El origen de todos los males: ¿la televisión?


18 de febrero de 2010

Bután, localizado en el Himalaya y rodeado por India y China, ha mantenido una política de aislamiento durante décadas, permaneciendo, por lo tanto, atrasado en el tiempo en cuanto a términos tecnológicos y hasta históricos, al no hallarse su población informada sobre los acontecimientos del resto del globo y sus culturas. Así, Bután no poseía hospitales ni escuelas públicas hasta la década del ’50 y no entabló relaciones diplomáticas con otros países hasta principios de los ´60, gracias al nuevo rey Jigme Dorji Wangchuck, quien impulsó un proceso de modernización y democratización que lo llevó a acabar con el sistema feudal predominante en Bután, así como a incorporar nuevas tecnologías. Sin embargo, la entrada de la televisión al país quedaría en manos de su hijo, el rey Jigme Singye Wangchuck, quien lo anunciaría el 2 de junio de 1999, junto con el pasaje de una monarquía absoluta a una parlamentaria.

La decisión del Rey Dragón no se debió a una búsqueda de mayores ingresos y nuevos mercados, ni a un intento de ganarse el afecto de su pueblo, sino a la búsqueda de la felicidad de los butaneses. El propio rey Jigme Singye Wangchuck fue quien acuñó el término de Felicidad Interna Bruta, que consideraba mucho más apropiado para la medición del valor de lo producido por Bután y sus habitantes, altamente religiosos y espirituales. Por esto mismo se decidió enviar delegaciones al exterior para que averiguasen si existía alguna forma de medir la felicidad y así poder brindársela a sus súbditos. Desafortunadamente esta investigación no resultó demasiado fructífera, pero el pueblo butanés encontró por sí mismo qué era lo que lo hacía feliz.

En 1998, con el auge de la Copa Mundial de Fútbol en Francia, los butaneses se encontraban descontentos al no poder verlo ellos también, por lo que el rey permitió, como excepción, montar una pantalla en el estadio Changlimithang, en la capital butanesa, para que se transmitiese la final entre Francia y Brasil, sentando así el precedente para el levantamiento de la prohibición sobre la televisión menos de un año después. Sin embargo, este cambio tan radical traería enormes consecuencias que no siempre aportarían a esa felicidad buscada.

El temor que inspiraba la televisión tenía su origen en la creencia de que la entrada de la cultura occidental podía afectar drásticamente a esta sociedad con valores y estilos de vida tan distintos de los de los países europeos y americanos. Con el fin de preservar al pueblo de este fenómeno se decidió crear en primer lugar el Servicio de Difusión de Bután (BBS, por sus siglas en inglés), el cual se dedicaría a transmitir noticias y documentales del propio país y serviría como transición antes de incorporar los canales extranjeros. Pero esto sólo pudo posponerse unos pocos meses y pronto todo el que pudiese pagar los, aproximadamente, 5 dólares mensuales que se exigían podía acceder a los 46 canales que la nueva empresa de cable, Sigma, y sus 5 antenas satelitales brindaban.


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